Las flores nos acompañan en los momentos destacables de la vida y, por eso, es normal que también sean protagonistas visibles en la muerte. Las flores y coronas fúnebres acompañan y velan a los fallecidos y, por tanto, conforman una parte muy importante de los servicios funerarios. Al fin y al cabo, son símbolo del aprecio hacia un familiar o amigo. Incluso, en el tanatorio, en el momento más difícil, como es la pérdida de esa persona.
El uso que damos a las flores fúnebres es, por una parte, el de servir de manifestación del afecto que hemos tenido durante el transcurso de la vida por ese ser querido y; por otra parte, mostrar las condolencias hacia la familia de esa persona que ya ha desaparecido y muestra de respeto. Es una manera de dar el pésame, expresar el aprecio hacia ese ser querido y hacer un pequeño homenaje a su persona.
La tradición de engalanar las lápidas con flores y coronas es ancestral. En la antigüedad, las plantas tenían doble función en un entierro o el crematorio: por una parte, estaban las hierbas aromáticas, que se colocaban dentro del ataúd, con la persona fallecida, para que su olor característico le acompañara al otro mundo; y, por otra parte, estaban las flores decorativas que decoraban el lugar de reunión de los familiares (el tanatorio) y, posteriormente, el lugar de despedida (cementerio o crematorio).
El uso de la corona es una tradición milenaria que, antiguamente, se ceñía a la forma circular en símbolo del ciclo de la vida, que no tiene ni principio ni fin. Esto enlaza con la idea religiosa del cristianismo, de la resurrección de los muertos y su concepción de la vida eterna. Otros estudiosos entienden que el círculo es la forma que mejor representa la unidad, que tanto define la muerte. En la actualidad, la versatilidad de formas es mayor que años atrás.
Las opciones de flores y coronas que existen en la actualidad son inmensas, ya que las flores permiten mucha flexibilidad y adaptación a las diferentes circunstancias, necesidades y gustos personales. Una corona sobria, coronas personalizadas con formas variadas, coronas que representen un nombre o un mensaje… Las alternativas están ahí, a la elección personal de quienes las regalamos.
Igualmente, ocurre con los ramos de flores: bouquets; palmas; cubrecajones; centros; cruces de una flor, en concreto, para que acompañen al féretro…
Aunque los gustos serán lo que marquen la elección final, las flores más utilizadas, tradicionalmente, en momentos como estos son: claveles, rosas, hortensias, orquídeas, lirios, crisantemos y lirios, entre otras. Lo que sí suele ser una regla general, bastante extendida y seguida, es elegir flores de tonos cálidos y colores tierra (rojo, amarillo…).
Si, por desgracia, estás en la situación de regalar una corona o flor, por la pérdida de un ser querido, debes tener en cuenta en la elección las creencias culturales y religiosas del fallecido y la familia. Un ejemplo de la importancia de conocer las tradiciones de un grupo social es que en el cristianismo el color del luto es el negro, mientras que en el budismo es el blanco.
En conclusión, las flores fúnebres expresan el sentimiento de dolor por la pérdida de una persona, de consuelo que se quiere trasladar a los familiares y gratitud por lo compartido en vida. La tradición, que se remonta al principio de los tiempos, ha consolidado su uso a través de los años, por su belleza natural y aporte aromático. Además, recuerda que siempre las podemos acompañar de una tarjeta con las palabras de condolencia, gratitud o el mejor deseo que tengamos.