Aunque las circunstancias son completamente diferentes y, por desgracia, mucho más desagradables, el momento del fallecimiento de una persona tiene algunas similitudes, socialmente hablando, con otros eventos como bodas, bautizos y comuniones. Ante este acontecimiento, que forma parte del inexorable ciclo de la vida, la familia más directa (viuda o viudo, hijos, hermanos…) debe organizar todo lo relacionado con el funeral: decidir entre cementerio o crematorio o escoger las lápidas. Afortunadamente, los servicios funerarios hoy día se encargan de todo y permiten aliviar la carga en este tipo de situaciones. Sin embargo, la familia sí ha de indicar a la funeraria el tipo de velatorio y los entierros que se quiere realizar, para adecuar correctamente los elementos.
Entierros abiertos a todo el mundo es lo habitual
La opción más habitual es la de hacer un entierro abierto a todos aquellos que conocieran al difunto y quieran darle su último adiós. La funeraria se encarga de publicar la esquela, que contendrá los detalles del funeral, en la que implícitamente se invita a los allegados a acompañar al difunto en su despedida. La empresa puede incluso encargarse de llamar a las personas que la familia desee para comunicarles la noticia. Muchas veces, especialmente en localidades pequeñas donde el fallecido era conocido o ante personajes ilustres o pertenecientes a asociaciones o entidades, este tipo de ceremonias se convierten en multitudinarias. Teniendo en cuenta esta circunstancia, los servicios funerarios escogerán un tanatorio con salas amplias y facilidades para poder atender a las personas que se acercan a él y, al mismo tiempo, que la familia se halle lo más cómoda posible.
A la hora de escoger el lugar de celebración del sepelio o entierros, en casos en los que se espere una gran concurrencia de gente, se deben buscar iglesias con capacidad suficiente para que pueda entrar el mayor número de personas posible, y reservar las primeras filas para los familiares más directos, mientras que el resto de asistentes se situarán en los otros bancos o en los laterales; lo mismo ocurrirá con el lugar donde se desee hacer la ceremonia en el caso de ser civil. La línea de pésame, compuesta por los allegados más directos tras la ceremonia, puede ser organizada también por los servicios funerarios. En los casos en los que se prevea una asistencia numerosa, puede llegar a contactarse con la autoridad para cortar el tráfico ante el paso del cortejo fúnebre, para que sea tenido en cuenta y se eviten posibles incidentes.
Por el contrario, hay familias que deciden hacer de la despedida a su ser querido un momento de intimidad y recogimiento, sin la irrupción de terceras personas ajenas al círculo más cercano. En esos casos, el protocolo cambia y también la forma de diseñar y llevar a cabo los actos correspondientes. Todo se simplifica mucho más, aunque nunca se debe dejar de tener en cuenta las necesidades de las personas implicadas. También la funeraria publica esquela si la familia así lo desea, aunque en este caso no indicará los detalles del responso. Puede que quieran preparar una ceremonia de funeral o entierros, religiosa o civil, en la que alguien dedique unas palabras de recuerdo al fallecido, lo que habrá que consultar con el párroco, en el caso de celebrarse en una iglesia, o con el responsable del tanatorio o lugar en el que se realice, en caso de ser civil. Los familiares también pueden optar bien por la sepultura, bien por la incineración. En esta última circunstancia, normalmente, no habrá comitiva ni traslado al cementerio, sino que se hará en el propio tanatorio o aledaños.
No existe una manera mejor o peor de organizar la despedida a un ser querido. Los servicios funerarios se encargarán de adaptarla a las necesidades y los deseos de los más allegados en estos duros momentos.